jueves, 18 de junio de 2009

Boletín N 2: La corrupción y nosotros

Eugenio Hernández-Bretón - Decano FCJP

Poco a poco y sin saber desde cuándo ni por dónde, la corrupción se fue convirtiendo en el más infeccioso flagelo de la sociedad y de la patria venezolana. Penetró el mal lo más profundo de la sociedad, los bolsillos de muchos, hasta se metió en las cárceles pero sólo para continuar operando desde dentro de ellas. Sin preguntarnos si vino desde afuera o si es de manufactura local, y tampoco sin buscar ahora sus raíces en la historia, lo cierto es que la corrupción es nuestra más grave enfermedad como sociedad y como país. Está en todas partes, contamina por todos lados. Nos hemos acostumbrado a ella. Los intentos por combatirla y castigarla, pues seguimos creyendo que es nociva para la sociedad, para el pueblo, para todos, no han resultado exitosos. El Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa de la Junta Revolucionaria de 1945, la Comisión Investigadora contra el Enriquecimiento Ilícito de 1959, los Tribunales de Salvaguarda del Patrimonio Público y los tribunales ordinarios penales no le han dado caza al mal. Son un simple detalle en la historia y en el anecdotario nacional.

La corrupción es la madre de todos los males de nuestra sociedad. Si reflexionamos, vemos como trastoca los cauces regulares de acción social y crea un mundo paralelo: la vacuna, la causa, la tajada, el “arréglame esto”. Pero de todos es la responsabilidad, el castigo tiene que venir desde la propia sociedad. La corrupción afecta a todos los sectores. La opinión que limita este problema al sector público desconoce el efecto destructivo de la corrupción en el sector de los privados. Eso, por lo menos, es lo que se ve en los medios de comunicación nacionales y extranjeros. La sociedad misma tiene que reaccionar, y hacerlo enérgicamente, para repudiarla y para que ella no sea nuestro patrón de comportamiento.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con lo expresado por el Decano. Debemos luchar contra la corrupción, un mal que está acabando con nuestra sociedad. Debemos empezar por ser ejemplo en nuestras familias, enseñando a nuestros hijos el valor de la verdad, censurando todo comportamiento que atente contra la dignidad misma del hombre. Debemos ser ejemplo para nuestros familiares, jefes, empleados, alumnos, compañeros de trabajo, vecinos, socios y amigos, creo firmemente que haciendo las cosas apegadas a ese deber ser, nos permitirá demostrar que podemos lograr las metas sin corromper a los demás.
    Virginia Tenias de Lopez

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